Historias de la Polio

Carta motivada de un afectado:

Como si de un nuevo comienzo se tratara, llegaron las secuelas tardías de la polio y el síndrome post-polio.

Las neuronas musculares que entonces sobrevivieron también comenzaron a morir.

El 24 de octubre es el Día Mundial Contra la Polio, una fecha que no puede ni debe dejar de mirar al pasado pero que obliga a poner el foco en la realidad del presente, basta con mirarnos a un espejo, agarrar el bastón o sentarse en la silla para recordarnos quiénes somos.

Es ésta una efeméride que cada año con más fuerza es de memoria y reivindicación. Y es que el tiempo se nos acaba.

Se hace difícil olvidar una infancia marcada por el dulzón olor del éter adormeciendo los sentidos, aquellas cicatrices que cosían nuestras piernas de chicle y que picaban hasta la desesperación; los años de rehabilitación para recobrar lo que estaba inerte, horas y horas de espasmos eléctricos y paños escaldados de agua que entumecían la piel y removían nervios; las inyecciones hervidas y los pasillos de unos hospitales recargados de llantos en un eco encallecido, con sus desconchadas camas de hierro y sus pijamas blancos; las tocas aladas de las monjas, los juegos de calle en los que siempre perdíamos y los cursos frustrados de una escuela que hasta se echaba de menos.

No, es imposible no traer a la memoria aquellas ausencias que se sentían como abandonos, meses que sumaban años de internamiento, sin domicilio, en un hogar prestado como en un limbo de la ternura, alejados de todo y de todos, de los amigos, de los hermanos y de unos padres que lloraban su tristeza con el alma en vilo y los sueños derrotados, marcados por una mezcla de entereza, resignación y paciencia, que volcaban cariño y recursos, esos dineros que no tenían, rezando cada noche por un milagro que jamás llegó; unos padres para los que nunca habrá agradecimiento suficiente.

Aquella fue una infancia robada a la que tuvimos que sobreponernos; no nos quedó otro remedio.